Día 671, martes
"¿Nunca has sentido como si hubieras hecho algo terrible y no tuvieras capacidad para poder recordarlo, como si tuvieras la mente en blanco frente a tus propios defectos y no pudieras ni siquiera recapitular el preciso instante en que todo empieza a ponerse nublado y los rostros de la gente adquiren formas oblicuas? Es decir, aquella noche has podido meterle la mano a la mejor amiga de tu novia frente a todo el mundo y tú no lo recuerdas. Las posibilidades son miles y eres ajeno a cualquier desición que hayas tomado entre las 3 de la mañana y el momento en que despiertas en casa de tus padres. Estás desnudo, por lo que adivinas que tu ropa se ha ido cayendo de a pocos en el camino. No has despertado en casa de alguna mujer, por lo que es fácil deducir que no llegaste a convencer a ninguna (o ninguna estaba lo suficiéntemente borracha, que es igual). El caso es que estás solo, desnudo y hace frío. Y sabes que has hecho algo terrible. Esa sensación te persigue a lo largo de las cuadras que te separan de la avenida en dirección a la casa de tu novia. Se te ocurren una serie de posibilidades. Te pusiste a tomar como un loco y a hablar como un necio, eso ya se sabe, siempre ocurre lo mismo cuando tomas. El detalle está en qué sucedió después y eso tiene que ver con la gente que estaba a tu alrededor. Durante el camino a su casa haces un esfuerzo e intentas recordar qué sucedió entre la enésima copa de vino y la conversación con esa chica de piernas largas y cara de caballo. De pronto te mueres de sed. Serías capaz de arrodillarte para tomar agua del escusado si fuera necesario. Ella te abre la puerta, te mira de manera desapacionada, te hace pasar a su casa y actúa como si le diera lo mismo tenerte ahí o no. De pronto, se te ocurre que debes haber hecho algo realmente terrible para que ella actúe de esa manera. Pero, mientras caminas a su habitación y la contemplas acostarse otra vez en su cama, se te ocurre que a lo mejor no hiciste nada. Ni le metiste la mano a su mejor amiga en frente de todo el mundo, ni te fuiste de la fiesta con esa chica de piernas largas y cara de caballo. ¿De dónde viene entonces aquel sentimiento de culpa que convierte todo lo profano en piedras grises y ovaladas? Te recuestas junto a ella y la contemplas dormir".
"¿Nunca has sentido como si hubieras hecho algo terrible y no tuvieras capacidad para poder recordarlo, como si tuvieras la mente en blanco frente a tus propios defectos y no pudieras ni siquiera recapitular el preciso instante en que todo empieza a ponerse nublado y los rostros de la gente adquiren formas oblicuas? Es decir, aquella noche has podido meterle la mano a la mejor amiga de tu novia frente a todo el mundo y tú no lo recuerdas. Las posibilidades son miles y eres ajeno a cualquier desición que hayas tomado entre las 3 de la mañana y el momento en que despiertas en casa de tus padres. Estás desnudo, por lo que adivinas que tu ropa se ha ido cayendo de a pocos en el camino. No has despertado en casa de alguna mujer, por lo que es fácil deducir que no llegaste a convencer a ninguna (o ninguna estaba lo suficiéntemente borracha, que es igual). El caso es que estás solo, desnudo y hace frío. Y sabes que has hecho algo terrible. Esa sensación te persigue a lo largo de las cuadras que te separan de la avenida en dirección a la casa de tu novia. Se te ocurren una serie de posibilidades. Te pusiste a tomar como un loco y a hablar como un necio, eso ya se sabe, siempre ocurre lo mismo cuando tomas. El detalle está en qué sucedió después y eso tiene que ver con la gente que estaba a tu alrededor. Durante el camino a su casa haces un esfuerzo e intentas recordar qué sucedió entre la enésima copa de vino y la conversación con esa chica de piernas largas y cara de caballo. De pronto te mueres de sed. Serías capaz de arrodillarte para tomar agua del escusado si fuera necesario. Ella te abre la puerta, te mira de manera desapacionada, te hace pasar a su casa y actúa como si le diera lo mismo tenerte ahí o no. De pronto, se te ocurre que debes haber hecho algo realmente terrible para que ella actúe de esa manera. Pero, mientras caminas a su habitación y la contemplas acostarse otra vez en su cama, se te ocurre que a lo mejor no hiciste nada. Ni le metiste la mano a su mejor amiga en frente de todo el mundo, ni te fuiste de la fiesta con esa chica de piernas largas y cara de caballo. ¿De dónde viene entonces aquel sentimiento de culpa que convierte todo lo profano en piedras grises y ovaladas? Te recuestas junto a ella y la contemplas dormir".
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